La alcazaba de Almería se sitúa en un cerro aislado que domina la bahía, en la calle Almanzor del barrio de La Chanca de la ciudad de Almería, provincia de Almería.
Sus 1000 años de historia están unidos a la ciudad, acompañando sus momentos de esplendor y decadencia, como un testigo privilegiado desde ese promontorio que se asoma como atalaya a la bahía de Almería.
En el año 955, Adb al-Rahman III, primer califa de AI-Andalus, concedió la categoría de medina al núcleo de Almería, mandando construir la Alcazaba, la Mezquita Mayor y fortificando el espacio urbano, entre la propia alcazaba y la orilla del mar.
La Alcazaba fue levantada sobre las ruinas de una fortaleza anterior en un cerro aislado que domina la bahía. Bajo su protección Almería se convirtió en la salida marítima más importante de Al-Andalus, siendo a la vez el cuartel general de la flota omeya y de su almirante. En sus atarazanas se construían grandes navíos de guerra.
Los textos musulmanes reconocen Almería como el mejor mercado de la España musulmana. No sólo venían a su puerto los mercaderes musulmanes de Egipto y Siria sino también los cristianos de Francia e Italia. Mercaderes y viajeros abundaban en sus calles, y los impuestos que se recaudan sobrepasaban con creces los de cualquier otro puerto de mar.
En el año 955, Adb al-Rahman III, primer califa de AI-Andalus, concedió la categoría de medina al núcleo de Almería, mandando construir la Alcazaba, la Mezquita Mayor y fortificando el espacio urbano, entre la propia alcazaba y la orilla del mar.
La Alcazaba fue levantada sobre las ruinas de una fortaleza anterior en un cerro aislado que domina la bahía. Bajo su protección Almería se convirtió en la salida marítima más importante de Al-Andalus, siendo a la vez el cuartel general de la flota omeya y de su almirante. En sus atarazanas se construían grandes navíos de guerra.
Los textos musulmanes reconocen Almería como el mejor mercado de la España musulmana. No sólo venían a su puerto los mercaderes musulmanes de Egipto y Siria sino también los cristianos de Francia e Italia. Mercaderes y viajeros abundaban en sus calles, y los impuestos que se recaudan sobrepasaban con creces los de cualquier otro puerto de mar.
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