El convento de San Marcos es una de las grandes joyas de la arquitectura de la ciudad de León junto con la Catedral, la Basílica de San Isidoro o la Casa Botines. Se encuentra hoy convertido en parador, además de iglesia consagrada y Museo de León, es uno de los monumentos más importantes del Renacimiento español.
Los orígenes de este edificio se encuentran en el siglo XII, cuando en tiempos del rey Alfonso VII, la infanta Sancha de Castilla realizó una donación destinada a la construcción de un modesto edificio a las afueras de la ciudad amurallada y a orillas del río Bernesga, en el cual pudieran hospedarse los pobres de Cristo, convirtiéndose así en un templo-hospital para refugio de los peregrinos que realizan el Camino de Santiago.
En el siglo XVI se derribó este edificio y se realizó una nueva obra gracias a una donación de Fernando el Católico. Los arquitectos designados para esta obra fueron: Juan de Orozco (iglesia), Martín de Villarreal (Fachada) y Juan de Badajoz el Mozo (claustro y sacristía). La construcción abarcó un gran espacio temporal siendo finalizado en la siglo XVIII.
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